*Por Yolanda Villegas
5 marzo, 2021
En los años 70’s, México y el expresidente López Portillo gritaron al mundo “Tenemos petróleo”. Esta circunstancia, de acuerdo con José López Portillo, confirmaba “la importancia básica, trascendental, que para el país tenía en aquellos momentos el petróleo, tanto por su historia, como por su independencia y su futuro”. De esta manera, en su sexenio se utilizaría al valioso recurso como un eje del desarrollo de nuestra nación para la restauración de nuestra economía, para su ampliación y consolidación.
En dicho sexenio, se constituyó la OPEP y la dirección de Petróleos Mexicanos se encontraba a cargo de Jorge Díaz Serrano. Además, precisamente con base en las decisiones tomadas por la OPEP, los petroprecios se encontraban al alza. Y, si bien es cierto que en algún punto nuestro país había logrado un Desarrollo Estabilizador, los errores de los principales actores políticos en el régimen de López Portillo, donde la convicción era que el petróleo daba para todo, traería como consecuencia una tremenda crisis económica en la que desafortunadamente terminaría aquel sexenio.
Luego entonces, lo que en su momento se pensó implicaría un “equilibrio dinámico”, acabaría traduciéndose en un inflacionismo aunado a un expansionismo fiscal y monetario. Esta expectativa creada por la “bonanza petrolera” (que supuestamente perduraría en los 70’s y 80’s) causó que los múltiples proyectos gubernamentales se basaran en el financiamiento a través de fondos petroleros. Así, de forma inicial, el trabajo de Pemex fue altamente eficaz, logrando obtener 72 mil millones de barriles al finalizar el sexenio. Sin embargo, de forma intempestiva, la OPEP decidió bajar el precio del petróleo con motivo de la negación de Arabia Saudita a bajar su producción, cambiando radicalmente las premisas de México y el slogan de López Portillo relativo a que el reto de los mexicanos sería en adelante el de “aprender a administrar la abundancia”.
El optimismo desbordado de los mexicanos y la esperanza de crecer a tasas de desarrollo económico del 8% al 10% anual se esfumaron, y tal y como lo menciona el autor Gabriel Zaid, “en el sexenio de la planificación, los planes fallaron en forma estrepitosa”. El PIB se estancó y el endeudamiento aumentó.
Así las cosas y con base en la dinámica actual, bien vale reflexionar la necesidad de incluir cierta dosis de escepticismo en la planificación energética del país, aún y cuando las variables parezcan inquebrantables. La historia es, sin lugar a dudas, una herramienta que nos permite evitar caer en los errores del pasado y, puesto que ninguno de nosotros tenemos la capacidad para predecir el futuro, por lo menos estamos llamados a conocer los vaivenes de nuestra historia, de nuestro pasado. Quizás, sin inmiscuirnos en denostaciones ociosas y sin politizar un tema de vital importancia para cualquier Estado, como lo es el energético, podríamos trabajar en conjunto gobierno, iniciativa privada y sociedad civil para vislumbrar un futuro más prometedor. Y ustedes, ¿qué opinan?